Marisol Gavidia Hernandez

Marisol Gavidia Hernandez
Marisol Gavidia Hernandez

sábado, 18 de enero de 2014

INVOCA A LOS ANGELES DESDE LA MAÑANA.

Entre nosotros, los humanos, y Dios, el Creador, existe un espacio tan vasto que es imposible concebirlo. Pero este espacio no está vacío, se compone de regiones habitadas por entidades espirituales. Todas las religiones han mencionado, de una u otra forma, la existencia de estas regiones y de estas entidades. La tradición cristiana, que ha retomado la tradición judía, enseña la existencia de nueve órdenes angélicas: los Ángeles (denominados en hebreo los Kerubim), los Arcángeles (los Bnei Elohim), los Principados (los Elohim), las Virtudes (los Maadim), las Potestades (los Seraphim), las Dominaciones (los Hachmalim), los Tronos (los Aralim), los Querubines (los Ophanim) y los Serafines (los Hayot haKodesch). Cada una de estas órdenes angélicas es un aspecto del poder y de la grandeza divinas, pero sobre todo representan para nosotros unas nociones más accesibles que sólo la palabra «Dios». Para nuestro buen desarrollo espiritual, debemos conocer la existencia de estas entidades, porque ellas son como faros en nuestro camino. Cuando os despertéis por la mañana, ¿por qué no empezar vuestra jornada invocando a todas estas criaturas de luz que suben y bajan entre la tierra y el trono de Dios? Toda vuestra jornada se iluminará… Conectaos con ellas, contempladlas en vuestro corazón y en vuestra alma. Y al tomar cada vez más conciencia de la realidad de estas entidades, os impregnaréis de sus virtudes, os vivificaréis, os iluminaréis y enriqueceréis
vuestro mundo interior.
Omraam Mikhaël Aïvanhov

miércoles, 15 de enero de 2014

Nace una madre. Osho. del libro Una Mujer es una Mujer.

Siempre que nace un niño, no sólo nace el niño, esa es una parte del asunto, también nace la madre. Antes era una mujer corriente, mediante el nacimiento se convierte en una madre. Por una parte nace el niño, por otra nace la madre. Y una madre es totalmente diferente a una mujer.
Existe una diferencia; toda su existencia se vuelve cualitativamente diferente. Antes puede que sea una esposa, una amada, pero de pronto eso ya no es importante. Ha nacido un niño, ha llegado un nuevo tipo de vida: es una madre.
Es por eso que los maridos siempre tienen miedo a los niños. Básicamente nunca le gustan los niños porque un tercer miembro entra en la relación; y no sólo entra, sino que ese tercer miembro se convierte en el centro. Después de eso la mujer ya no es la misma esposa, es diferente. Después de eso si un marido quiere realmente amor, tiene que volverse como un hijo, porque esta mujer se ha vuelto madre, ya nunca puede ser una esposa corriente otra vez. Se ha vuelto madre, ya no hay nada que hacer. Lo único que queda es volverte como un hijo para ella. Esta es la única manera en que puedes conseguir su amor denuevo, de otra forma, su amor se dirigirá a su hijo.
Cuando una mujer se hace madre, le sucede algo tremendamente significativo. Para una mujer es casi como un segundo nacimiento. Es algo que resulta muy dificil de comprender para un hombre a no ser que sea creativo. Si él ha dado a luz una pintura, un poema, se siente tremendamente feliz. Nadie puede comprender lo que ha sucedido simplemente por componer un poema. Había mucha agitación en su interior, y el poema ha clarificado muchas cosas.
Pero eso no es nada comparado con una mujer que se ha hecho madre, nada. Un poema es un poema, en el momento en que nace ya está muerto.
Cuando está dentro del poeta tiene vida, en el momento en que se lo expresa es un mueble muerto. Puedes colgarlo en la pared. Puedes tirarlo a la basura o hacer lo que quieras, pero ya no está vivo.
Cuando una mujer da a luz un niño, es vida. Cuando mira al niño a los ojos, mira a su propio ser. Cuando un niño empieza a crecer, ella crece con él.

Encuentra tu propio camino. Cap. 3

lunes, 13 de enero de 2014

Terapia de Respuesta Espiritual (TRE)

La Terapia de Respuesta Espiritual es un proceso de investigación, por el cual podemos averiguar cuál es el origen de los bloqueos que afectan nuestra vida, generándonos síntomas, interferencias y emociones negativas, cuya raíz generalmente se encuentra en vidas pasadas.

Partiendo del concepto de que somos seres espirituales teniendo experiencias en cuerpos físicos vemos que, a lo largo de sucesivas rencarnaciones, nuestro Alma va acumulando, energías positivas y negativas de las experiencias vividas. Las primeras serán las que le aporten el conocimiento y sabiduría necesarios para que el alma evolucione, mientras que las negativas aparecerán en forma de bloqueos que detendrán su evolución.

Esos bloqueos no son más que lecciones de las cuales el alma no ha aprendido aun, que vuelven para ser resueltas. Es por eso que, si bien solemos verlas como "problemas", nosotros proponemos verlos como desafíos sobre los cuales trabajar.

Con la Terapia de Respuesta Espiritual tenemos la posibilidad de investigar esos bloqueos o "lecciones/desafíos" y utilizar la información recibida para generar cambios en los patrones conductuales de quien realiza la consulta.

Lo realmente novedoso de esta Terapia, es que podemos cambiar la programación que ha elegido nuestra alma, hacer una limpieza profunda de sus programas y llevarlos a la positividad y la armonía, desarticulando, de esta forma, los molestos síntomas y discordancias, que incómodamente nos acompañan en nuestras vidas.

La Terapia de Respuesta Espiritual tiende a ser una terapia breve, dado que el paciente suele resolver rápidamente sus afecciones y bloqueos, si bien no se agota allí.
En esta terapia, el consultor actúa como canal para que llegue la información necesaria a través de su Yo Superior (que resulta ser nuestro vínculo directo con lo Divino), para lo cual el terapeuta debe mantenerse centrado y armonizado.

La información recibida nos permite orientar a quien consulta acerca de cuáles son las áreas en las que sería conveniente operar cambios en los patrones de conducta, de modo de obtener resultados positivos y constructivos en su vida diaria, logrando el balance y la armonía para disfrutar de su proceso de aprendizaje.
Publicado por:
Marisol Gavidia Hernandez



martes, 7 de enero de 2014

MUERTE : LA MAYOR FICCION (OSHO)


El padre de mi madre cayó enfermo de repente. No era su hora de morir. No tendría más de cincuenta años, quizá menos, incluso puede que más joven de lo que yo soy ahora. Mi abuela tenía justo 50 años, estaba en la cúspide de su juventud y belleza. Le pregunté: «El ha muerto. Lo amaste. ¿Por qué no estás llorando?» Ella respondió: «Por ti. No quiero llorar ante un niño» -era una gran mujer - «y no quiero consolarte. Si empiezo a llorar, naturalmente tu llorarás; entonces ¿quién consolará a quién?» Debo describir esta situación: íbamos en una carreta de bueyes desde el pueblo de mi abuelo al de mi padre, pues el único hospital estaba allí. Mi abuelo estaba seriamente enfermo; no sólo enfermo, sino también inconsciente, casi en coma. Ella y yo éramos las únicas personas en la carreta. Puedo comprender su compasión por mí. Ella no lloró en el momento de la muerte de su amado esposo, sólo por mí; pues yo era el único allí y no había nadie más para consolarme Dije: «No te preocupes. Si puedes permanecer sin llorar, yo también lo puedo hacer». Y, lo creáis o no, aquel niño de siete años no lloró. Incluso ella estaba confundida; dijo, «¿No estás llorando?» Le respondí: «No, quiero consolarte». Había un extraño grupo de gente en esa carreta de bueyes. Bhoora estaba conduciendo. Sabía que su amo estaba muerto, pero no miraría hacia el interior de la carreta, ni aun pudiendo, pues era sólo un sirviente y no era su derecho interferir en asuntos privados. Esto es lo que me dijo: «La muerte es un asunto privado; ¿Cómo puedo mirar? Lo oí todo desde el asiento del conductor. Quería llorar; lo amé tanto. Me sentía como un huérfano; pero no pude mirar dentro de la carreta, de otra forma él nunca me lo hubiera perdonado». Una extraña compañía, y Nana (*) estaba en mi regazo. Fui un niño de siete años al lado de la muerte, no sólo por unos pocos segundos, sino continuamente durante veinticuatro horas. No había carretera y era difícil llegar a la ciudad de mi padre. El avance era muy lento. Permanecimos con el cadáver durante veinticuatro horas... y él murió lentamente, poco a poco. Sentí como le llegaba la muerte y pude contemplar su gran silencio. Tuve también suerte de que mi Nani (*) estuviera presente. Sin ella quizás no hubiese podido conocer la belleza de la muerte, porque el amor y la muerte son muy similares; tal vez lo mismo. Ella me amaba. Derramaba su amor sobre mí y la muerte estaba allí, llegando lentamente. La carreta de bueyes... todavía escucho su sonido, el traqueteo de las ruedas sobre las piedras, Bhoora continuamente gritando a los bueyes, el sonido del látigo golpeándoles... Todavía puedo oírlo. Está tan profundamente enraizado en mi experiencia que ni aún mi muerte creo que lo borrará. Incluso cuando muera puede que oiga nuevamente el sonido de esa carreta. Sabía de la muerte de otras personas, pero sólo de oídas. No las había visto, e incluso si las había visto, no habían tenido sentido para mí. A menos que ames a alguien y dicha persona muera, no puedes realmente enfrentarte a la muerte. Que quede claro: La muerte sólo puede ser encarada cuando un ser amado muere. Cuando te rodean el amor y la muerte, hay una transformación, una inmensa mutación, como si naciera un nuevo ser. No eres nunca el mismo otra vez. Pero la gente no ama y , al no amar, no puede experimentar la muerte de la manera en que yo la experimenté. Sin amor, la muerte no te da las llaves de la existencia. Con amor te entrega la llave de todo lo que existe. Mi primera experiencia con la muerte no fue un simple encuentro . Fue complejo en muchos aspectos. El hombre que amaba se estaba muriendo. Lo conocía como un padre. Me crió con absoluta libertad, sin inhibiciones, sin represiones y sin órdenes. Nunca me dijo: «No hagas esto» o «No hagas aquello». Sólo ahora me doy cuenta de la belleza de ese hombre. Amé a ese hombre porque él amó mi libertad. Sólo puedo amar si mi libertad es respetada. Si tengo que negociar y obtener amor (*) N. del T.- «Nana» y «Nani» son los nombres con los que Osho se refiere a su abuelo y a su abuela. pagando con mi libertad, entonces ese amor no es para mí. Entonces es para mortales de segunda fila, no es para los que saben. «Mi Señor, esta vida que tú me has dado, te la entrego de nuevo con mi agradecimiento». Estas fueron las palabras finales de mi abuelo, aunque nunca creyó en Dios y no era hindú. Antes de morir, entre otras cosas, repitió una cosa una y otra vez: «Detén la rueda»... Mi abuelo se estaba muriendo y nos pedía que detuviéramos la rueda. ¡Qué tontería! ¿Cómo puedo detener la rueda? Teníamos que llegar al hospital y sin la rueda nos hubiéramos perdido en el bosque. Mi abuelo dijo: «Detén la rueda. ¿Rajah, puedes oírme? Si puedo oír la risa de tu abuela, tú debes ser capaz de oírme». Le dije «No te preocupes por su risa. La conozco. No se está riendo de lo que dices; es algo entre nosotros, un chiste que le conté». El respondió: «De acuerdo. Si es un chiste que le contaste entonces está perfectamente bien que ella ría. Pero, ¿qué pasa con el chakra, la rueda?» Ahora lo sé, pero en ese momento no conocía en absoluto esa terminología. La rueda representa toda la obsesión hindú sobre la rueda de la vida y la muerte. Durante miles de años, millones de personas han estado haciendo sólo una cosa: tratando de detener la rueda. El no estaba hablando sobre la rueda de la carreta, esa era muy fácil de detener, de hecho lo difícil era mantenerla en movimiento. No pude comprender en ese momento porqué mi Nana era tan insistente. Quizás la carreta de bueyes -porque no había camino- estaba haciendo demasiado ruido. Todo traqueteaba y él estaba agonizando, así que naturalmente quería detener la rueda. Pero mi abuela rió. Ahora sé porqué rió. El estaba hablando sobre la obsesión hindú acerca de la vida y la muerte la llamada rueda de la vida y la muerte- en pocas palabras, la rueda- la que continúa y continúa... Por eso mi abuelo decía, «Detén la rueda». Si yo hubiera podido detener la rueda, la hubiese detenido, no sólo por él, sino por todos los demás en el mundo. No sólo la hubiese detenido, la hubiese destruido para siempre, para que nadie hubiera podido hacerla girar otra vez. Pero no está en mis manos. Pero ¿por qué esta obsesión? En el momento de su muerte me di cuenta de muchas cosas que han ido determinando toda mi vida. Le pregunté al oído: «Nana, ¿tienes algo que decirme antes de partir? ¿Unas últimas palabras? ¿O quieres darme algo para recordarte siempre?» Se quitó su anillo y lo colocó en mi mano. Ese anillo fue siempre un misterio. En toda su vida no permitió a nadie ver que había en él, sin embargo una y otra vez acostumbraba a mirar dentro de él. Ese anillo tenía una ventana de cristal a ambos lados por la que se podía mirar a través. La parte superior era un diamante, a cada uno de los lados había una ventana de cristal. No permitía que nadie viera lo que él acostumbraba mirar a través de la ventana. En el interior, había una imagen de Mahavira, el tirthankara jaino; una imagen realmente hermosa y muy pequeña. Debía de haber una pintura muy pequeña de Mahavira en el interior y estas dos ventanas eran cristales de aumento. La ampliaba y se veía realmente inmensa. Con lágrimas en los ojos dijo: «No tengo nada más para darte pues todo lo que tengo también a ti te será quitado, del mismo modo como me lo han arrebatado a mí. Sólo puedo darte mi amor por aquél que se ha conocido a sí mismo». Aunque no conservé su anillo, cumplí su deseo. He conocido a «aquél» y lo he conocido en mí mismo. Un anillo, ¿qué importa? Pero el pobre anciano, amaba a su Maestro, Mahavira y me entregó su amor. Respeto su amor por el Maestro y por mí. Las últimas palabras en sus labios fueron: «No te preocupes, pues no me estoy muriendo». Todos esperamos que dijera algo más, pero eso fue todo. Sus ojos se cerraron y murió. Mi Nani sostenía mi mano y yo estaba completamente aturdido, no entendía lo que estaba sucediendo inmerso por completo en ese momento. La cabeza de mi abuelo estaba en mi regazo. Apoyé mis manos sobre su pecho y lenta, lentamente, la respiración desapareció. Cuando sentí que ya no respiraba más, le dije a mi abuela: «Lo siento, Nani, pero parece que ya no respira». Ella dijo «Es normal. No tienes que preocuparte. Ha vivido suficiente, no hay necesidad de pedir más». También me dijo: «Recuerda, porque estos son los momentos que no deben olvidarse; nunca pidas más. Lo que hay, es suficiente». Todavía recuerdo ese silencio. La carreta pasaba a través del lecho de un río. Recuerdo exactamente cada detalle. No dije nada, pues no quería molestar a mi abuela. Ella no dijo nada. Pasaron unos instantes, entonces me preocupé por ella y le dije: «Di algo; no estés tan quieta, es inaguantable». Puedes creerlo. ¡Cantó una canción! Así es como aprendí que la muerte debe celebrarse. Cantó la misma canción que había cantado cuando se enamoró de mi abuelo por primera vez. La separación tiene su propia belleza, así como el encuentro. La separación tiene su propia poesía; sólo hay que aprender su lenguaje y vivirla en su profundidad. Entonces, de la tristeza misma surge una nueva dicha; lo que parece casi imposible, pero sucede, yo lo he conocido.
Glimpses of a Golden Childhood, 1981 Recuerdos de una Infancia Dorada
OSHO, Muerte: la Mayor Ficción, pags 11-15