Solemos ir demasiado rápidos, tanto que
no nos damos cuenta de las cosas buenas que tenemos o que nos rodean. Algo ha de
ser extraordinario para hacer que paremos nuestro ritmo y como tampoco son
tantos los grandes acontecimientos que suceden en una vida, normalmente suele
ser cuando algo no nos gusta o nos molesta cuando nos paramos. Abreviando… nos
solemos parar para contemplar o adorar lo que no
nos gusta, no tenemos o no nos viene bien. Empieza a cambiar el hábito y párate
para disfruta lo que te gusta, lo que tienes, lo que hay. Si te paras un
momento, el tiempo suficiente para respirar, podrás disfrutar de cosas tan
sencillas y tan grandes como una puesta de sol, un cielo despejado, una sonrisa,
un alago, el sabor de una manzana o el tacto del aire al entrar en tu cuerpo.
¡Para de vez en cuando y respira!
Javier
Esteban
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